Hay veces en las que el campo te ofrece sorpresas. Cuando tus carreras te llevan por caminos nuevos. O en momentos que quedan grabados en la memoria por ser especiales: un paisaje iluminado por el sol en medio de un mar de nubes, las primeras flores de la primavera, un ciervo sorprendido en un arroyo, un aguacero repentino...
Pero lo normal es que la mayor parte de nuestros días de trote no tengan cuento. Momentos agradables que pasan sin nada que llevarnos luego a la memoria, para rumiar en el futuro lo que una vez vivimos.
Son días en los que asentamos nuestra experiencia de lo normal, porque sin ellos nada nos sorprendería. Y a veces es una pena, porque esas rutinas tan comunes que no nos hacen girar la cabeza, serían momentos excepcionales para otros corredores.
Por eso quizás deberíamos recordar lo que decía León Felipe: que no hagan callo las cosas, ni en el alma ni en el cuerpo. Hagamos siempre un esfuerzo para descubrir en cada cosa su cuento.
No hay comentarios :
Publicar un comentario