Estas dos últimas semanas, por unas cosas o por otras, tan sólo he podido correr días sueltos. Días de sol y de nubes. Días de frío, acordes con la estación. Porque, aunque falta todavía el viento de otoño, al menos este año no hemos pasado del verano a la primavera de un salto.
Lo bueno de correr a salto de mata es que podemos apreciar mejor las salidas que hacemos. Y percibimos con más detalle los cambios que se producen en el campo que nos rodea: mayor humedad en el ambiente, heladas que esperan cada vez más a que el sol suba para romper el hielo, y animales todavía más esquivos.
Hoy me he cruzado con una piara de jabalíes, pero no es lo normal en esta época. El frío y los árboles desnudos incrementan la desconfianza de todo bicho viviente. Será porque lo que apetece muchas veces es quedarse calentitos al resguardo de nuestra madriguera.
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