Después de esperar durante semanas a la espera de que llegara el otoño, por fin han llegado las lluvias (breves), el viento del norte (flojo) y el frio (más bien fresquete). No es todavía un otoño de libro, pero por lo menos es un buen principio.
Sobre todo porque el agua que ha caído sigue en el suelo, lo que hace que el campo esté todavía húmedo. Los árboles están perdiendo ya sus hojas amarillas. Los cielos se están pintando de azul eléctrico. Y el sol está quedándose cerca del horizonte (lo que, por cierto, te hace correr a ciegas en muchas ocasiones).
Un verdadero placer para los que nos gusta trotar por el monte. Porque el otoño es como el alba de las estaciones: un anuncio de que la vida vuelve a resurgir. Al menos después de que el calor del verano haya acabado con todo.
En los países del norte el invierno es sinónimo de la muerte en la naturaleza. Pero por estas latitudes, la vida desaparece en agosto. Y luego, con el frío y el agua vuelve a resurgir. En España el campo explota en primavera, pero es en otoño cuando la noche se acaba y empieza realmente el ciclo nuevo de la vida. Así que, podemos alegrarnos. El otoño ha llegado.
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