Una semana de esas que dejan pocos recuerdos en la memoria. Porque en mis salidas por el campo no me he encontrado casi nada que llamara la atención. Tres días corriendo a primera hora y una salida más larga el domingo. Carreras que se parecen al tiempo que ha estado haciendo: ni frío, ni calor. Como una de esas etapas del Tour que llaman de transición, por no decirle directamente aburridas.
Lo único que de verdad me ha llegado un poco al alma ha sido correr por zonas en las que los servicios forestales han estado trabajando durante el invierno.
A veces hay que limpiar los caminos para poder controlar posibles incendios. Es necesario. Pero da pena ver el campo pelado y los árboles guiados en su crecimiento como si fueran bonsáis. Un paisaje más propio de un jardín que de los senderos silvestres por los que me gusta correr.
En las zonas que todavía permanecen a su aíre, se pueden ver a las plantas despertando. Ya empiezan a florecer los primeros romeros. Y en el suelo, apuntan con fuerza los gamones nuevos.
Para la semana que viene anuncian tormentas. A ver si esta vez de verdad cae la lluvia con fuerza, y el campo se carga de agua para ofrecernos una primavera gloriosa.
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