domingo, 18 de febrero de 2018

Cabeza Líjar

Después de meses sin acercarme a la sierra, hoy por fin he vuelto a disfrutar corriendo por los bosques de la Jarosa. Subiendo hasta la Cabeza nevada de Líjar. Y disfrutando de la soledad del campo al alba.

Y es que estar en el monte a esas horas te asegura que los únicos que se hayan parado a mirarme hayan sido una pareja de corzos. Tan sorprendidos de encontrar a alguien trotando tan temprano que ni siquiera se han molestado en salir corriendo.

Realmente cuesta salir de casa todavía de noche. Pero el espectáculo de ver el amanecer en las montañas vale la pena. Sobre todo por esos primeros minutos en los que los rayos del sol naciendo le ponen un filtro naranja al paisaje.

Luego, ya cerca de la cima me he encontrado con otro espectáculo más frío. Porque el viento helado de la noche había convertido todo en esculturas congeladas. Además, las vistas sobre el mar de niebla en la parte segoviana de la sierra me daban una buena excusa para detenerme de vez en cuando a recuperar el aliento.

La bajada por la cara sur de las montañas ha sido más primaveral. Agradeciendo el calorcillo del sol y el coro de trinos de fondo. Porque que ya se ha acabado el invierno lo saben hasta las orugas procesionarias, que se veían por todas partes en grupos apelotonados.

Ha sido un invierno breve. Pero por lo menos hemos tenido lo que la estación promete: frío y nieve.

2h 57 min


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