miércoles, 18 de julio de 2018

Cabezas de Hierro

El puerto de Cotos es un lugar perfecto para hacer recorridos por las montañas más altas de Madrid. Desde las praderas que dividen el valle de Lozoya del Eresma se puede subir corriendo sin problemas hasta las cinco montañas más altas de la sierra madrileña: Peñalara, las dos Cabezas de Hierro, el cerro de Valdemartín y el Alto de Guarramillas.

Montañas que comparten una topografía relativamente suave, con cimas redondeadas que requieren nula pericia montañera para pasear por ellas. De hecho, no es raro encontrarse con rebaños de vacas pastando tranquilamente en lo más alto (en esta ocasión, había varias en Valdemartín).

El peligro en estas montañas lo pone el clima más que el terreno. No son pocos los que han dejado la vida en los picos de Guadarrama a causa de repentinas tormentas de nieve, o por trágicos resbalones en las placas de hielo (sobre todo en la cara norte las Cabezas y en las crestas de Peñalara). En esta época, sin embargo, lo peor suele ser sufrir una torcedura en los pedregales por los que transitan los senderos.

Uno de ellos sube desde Cotos directo por la infausta cara norte hacia las Cabezas, salvando un desnivel de 600 metros en apenas dos kilómetros. Sin embargo, yo esta vez he preferido subir por otra vía mucho menos trillada. Para ello, he seguido el valle del alto Lozoya en dirección a Rascafría durante un buen rato, para luego empezar a remontar el arroyo de Valhondillo hasta su cabecera.

Es este un pequeño vallejo escondido en el que se va cambiando poco a poco el paisaje de pinares por el de prados de alta montaña primero, y finalmente por el de los pedregales desiertos tan característicos de Cuerda Larga.

Una senderillo a veces medio escondido que salva un desnivel mayor, para recuperar lo que hemos bajado antes. Pero que se hace más agradable por la belleza del paisaje.

Esta vez he podido disfrutar de todas sus maravillas: un arroyo de aguas saltarinas, prados verdes repletos de vacas paciendo, las últimas genistas floridas de la sierra, flores de aguileñas sobresaliendo por encima de los arbustos y buitres. Muchos Buitres.

Porque el caso es que estas aves utilizan las praderas que hay casi en la cabecera del arroyo como descansaderos. Y aprovechan cuando el sol ya ha calentado el aire para subir hasta el collado de la Zorra y cogerlos vientos que siempre soplan en la divisoria.

Lo malo en este recorrido es que he calculado mal el tiempo que me iba a llevar hacerlo, y me he quedado sin gasolina en la cumbre de las Cabezas. Afortunadamente tan sólo tenía que dejarme caer rodando casi toda la vuelta. Y aunque la corta subida a Valdemartín me ha rematado, ha merecido realmente la pena.

3h 55 min





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