A pesar de que últimamente corro casi todos los días por los mismos caminos que hay cerca de casa, cada semana descubro algo nuevo. Puede ser un sendero oculto entre las jaras, un pequeño prado escondido entre un las rocas, o unas matas de poleo silvestre.
No había visto todavía en Hoyo de Manzanares ninguna planta de este tipo. Y el descubrirlas me ha hecho estúpidamente feliz. Porque la infusión de poleo me reconforta a diario desde hace mucho, mucho tiempo.
Así que si alguna vez me quedo sin reservas y tengo que quitarme el mono ya sé dónde tengo que ir a recogerlas. No es que lo vaya a hacer nunca, pero sólo con saber que están allí es lo que me ha puesto contento.
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