Hay veces en las que si no fuera porque tenemos ya una rutina establecida, nos quedaríamos en casa tumbados en el sofá en vez de salir a correr. Y eso que luego, cuando volvemos, nos alegramos de hacer trotado. Pero hay días en los que nos despertamos con el ánimo brumoso de salida.
Por eso hay que darle las gracias a esos buenos hábitos que tiran de nosotros cuando la voluntad falla. Nos levantamos arrastrando los pies, con pocas ganas de jota. Y entonces, dejamos que nuestro cuerpo repita las acciones cotidianas. Nos ponemos las zapatillas sin pensar, y terminamos corriendo sin dar tiempo a que la cabeza nos proponga planes alternativos.
Por eso para mí es tan importante la variedad en los recorridos, en los paisajes. Porque cuando puedo cambiar de escenario a voluntad, no me suele atacar tanto la marea pasiva e inmovilista de mi cerebro. Es cierto que hasta el mismo sendero cambia de un día para otro. Pero a veces necesitamos una oferta más diversa en nuestras correrías.
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