viernes, 1 de febrero de 2019

Todo fluye, menos nosotros

Aunque hace mucho tiempo ya, Heráclito de Éfeso nos avisó de que todo está cambiando constantemente, realmente es muy difícil percibir esa transformación de lo que nos rodea. Como mucho, nos sorprendemos un día pensando lo que han crecido nuestros hijos, o lo que ha cambiado el barrio donde vivimos, o de dónde habrá salido esa barriga que antes no teníamos. Parece que viéramos las cosas como si estuvieran grabadas en piedra. Por eso son tan útiles las fotos que hacemos.

Corriendo durante años por los caminos de Hoyo, solo he ido notando los cambios de la naturaleza al verlos reflejados en las imágenes de mi pequeña cámara. Y no sólo los cambios de una estación a otra, sino la evolución más lenta de árboles, plantas y rocas. En este tiempo, largo para mí y un suspiro para el campo, ha habido senderos que han desaparecido debajo de las malas hierbas, peñascos que han surgido poco a poco al secarse las matas que los cubrían, y encinas que han crecido hasta poder pasar corriendo a su lado sin tener que agachar la cabeza.

Todo fluye, pero las cosas permanecen inmutables (o casi) en nuestra cabeza. Y tan sólo al repasar viejas fotos que hicimos de lugares cotidianos nos damos cuenta de que nos engañamos día a día pensando que todo lo que ha sido y será está pasando ahora mismo.


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