Las dos últimas semanas he estado muy liado, y entre unas cosas y otras he salido a correr unos días sí y unos cuantos no. Además, los pocos días en los que he trotado me he sentido flojo, cansado y con la pesadez de un paquidermo al desplazarme.
Porque a estas alturas ya no sé si se puede seguir llamando correr a lo que hago. Quizás tendría que cambiar el nombre del blog por el de "Deambular al alba".
Pero como la esperanza es lo último que se pierde, cuando ya se han perdido la gracia, la velocidad y el sentido del ridículo, todavía confío en que un día saldré corriendo con el corazón ligero y los pies alados. De ilusión también se vive.
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