La pandemia que estamos viviendo se nos ha llevado a muchos seres queridos. Sobre todo aquellos que sufrieron y lucharon durante toda su vida para dejarnos un mundo mejor que en el que ellos crecieron. Y a muchos de los que ahora han luchado para salvarnos.
Pero también ha sido un momento para recuperar cosas buenas que ya no recordábamos. Durante estos tres meses hemos disfrutado del silencio de los motores, que nos ha permitido escuchar de nuevo a los pájaros. También hemos podido respirar aire un poco más puro, aunque desgraciadamente eso tan sólo ha supuesto un brevísimo suspiro en nuestra carrera hacia un mundo menos habitable.
En marzo, abril y mayo hemos visto los cielos más azules, y además sin aviones. Las fotos que hemos sacados durante este tiempo no tendrán rayas blancas cubriendo nuestras cabezas. Por cierto, a qué delirio persecutorio se habrán agarrado los fanáticos de los chem-trails estos meses?
La reclusión nos ha permitido ganar también cosas mucho más profundas: dar valor de verdad a lo que importa, ser más solidarios, eliminar rutinas perniciosas... Pero eso ya ha dependido de cómo seamos cada uno.
Si el virus se termina desvaneciendo durante el verano, recuperaremos poco a poco nuestra antigua vida. Algunos dejarán atrás a gente querida y otros se llevarán nuevas ideas en sus alforjas. Pero todos perderemos el espejismo del silencio, los cielos limpios y el aire trasparente. Al menos esto fue bonito mientras duró.
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