Todavía sigue haciendo calor, y el sol pica a mediodía. Pero la semana pasada ya llegaron las primeras tormentas que anunciaban que el verano se estaba acabando. Y en estos días, el fresquete matutino ya no deja lugar a dudas: el otoño está a la vuelta de la esquina.
Lo que yo agradezco, porque en Castilla el verano no es una estación hermosa. Son meses para desaparecer e irse al norte. Y, cuando no se puede, lo mejor es esconderse en algún agujero y asomar la cabeza sólo por la noche.
Así que ahora disfruto más saliendo a correr al alba, cuando hay que vencer al fresquete matutino para entrar en calor. Lo único malo es que mi cuerpo sigue flojo y cansado después de un verano dedicado a la holganza.
Por cierto, uno de los días que salí a correr temprano por el barranco de los Cantos me tropecé con una víbora intentando tragarse un sapo realmente grande. Al final, el sapo pudo escaparse y la serpiente se quedó toda ofuscada en medio del camino, lo que aproveché para hacerle una foto.
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