Tenía ganas de volver a trotar por uno de los montes más bonitos de la sierra de Guadarrama, y por la cabecera de uno de sus valles más bellos. Pero para poder hacerlo, los astros debían alinearse. Y no era sencillo.
Para empezar, primero tenía que recuperar un poco la forma. No mucho, justo lo suficiente para aguantar unas horas trotando monte arriba y monte abajo. Luego debía encontrar un día adecuado, sin demasiado calor para no sudar la gota gorda. Y, por último, los dioses de la logística debían serme favorables.
El caso es que he llegado a la Fuenfría a primera hora, para aprovechar mejor el fresquito matutino. A pesar de tomármelo con calma, la subida por la calzada de piedra hasta el puerto me ha llevado tan sólo un minuto más de lo que solía hacerlo. Desde ahí la cosa se ponía más dura, porque además he tirado directo para pasar primero por el cerro Minguete.
Tocaba luego la pirámide del Montón de Trigo, trepando por los canchales que de lejos, de muy lejos, parecen esos granos de cereal que le dan nombre a la montaña. Subida y bajada con paso cauto, ya que te juegas una pierna entre tanta peña.
Desde el collado de Tirobarra he cogido luego el sendero que lo une con el de Marichiva, y que pasa por las surgentes en las que nace el río Moros. Unos ojos humildes, que pasan casi desapercibidos. Al final, ya sólo tocaba bajar por la calle alta para cerrar un círculo relativamente corto, pero muy entretenido. Un gusto poder volver a tocar de nuevo las montañas.
2h 55 min
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