A veces el recorrido de mis salidas lo van decidiendo a pachas el azar y la fuerza de mis piernas. Son días en los que hago una especie de fartlek despacito y con trechos largos: primero llego hasta un sitio; si me veo con ganas sigo un poco más allá; ¿todo ok? doy un rodeo más largo... Y así voy revolviendo hasta que toca volver.
En este caso, mi cabeza no confiaba mucho en el resto del cuerpo, así que la idea original era trotar tan sólo una hora. Pero en las encrucijadas el diablo me dejaba seguir corriendo, con lo que al final he hecho una salida más larga de lo habitual.
Disfrutando del sol y de las nubes. Y, sobre todo, de un paisaje extraordinario pintado con mil tonos de verde. Porque a veces he visto el campo lleno de flores en primaveras opulentas, pero nunca antes estos prados norteños. No seré yo el que se queje.
2h 01 min
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