Ya lo decían hace cincuenta años Lole y Manuel, "todo es de color". A lo que Triana añadía aquello de "qué bonita es la primavera cuando llega". En esas estamos ahora, disfrutando de una estación supervitaminada y mineralizada. Hemos pasado de admirar todos los tonos de verde del final del invierno a un arcoiris plantado en el suelo a nuestro alrededor.
No hay rojo como el de las amapolas. Ni amarillo como el de los botones de oro. Ni blanco como los pétalos de las jaras blancas. Ni morado como los estandarte que culminan las flores del cantueso. Ni rosa como el de las enormes peonías. O azul como el del altramuz.
Todo es de color. Y cada dos por tres tengo que pararme cuando salgo a correr, para que tantos colores me puedan entrar por los ojos. Es como trotar dentro de un cuadro de Cézanne o de Monet.
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