Por la mañana ha amanecido todo cubierto por una pequeña capa de nieve,
y me han entrado ganas de correr por campos nevados. Pero no ha habido suerte.
Cuando he salido a mediodía, y a pesar del frío, el sol ya había fundido casi todo.
Como paisaje blanco quedaba sólo la sierra al fondo, cubierta por las
nubes. Y algún nevero escondido entre los matorrales.
El viento ha soplado a la ida, con ráfagas fuertes. Pero en
cuanto me he metido en el cañón del Manzanares tan sólo me han acompañado el
sol, las nubes y unos cuantos patos que disfrutaban de las praderas verdes que
crecen en las orillas río. Cuesta pensar que, veinte kilómetros más abajo, el
Manzanares se convierte en lo que se convierte.
He corrido al mismo ritmo que el otro día, pero la sensación ha sido
mucho más fatigosa. Cada vez que había una pequeña cuesta el cuerpo se me rebelaba.
Para evitar un motín físico generalizado he utilizado el método Chiquito y
hemos conseguido alcanzar una tregua. Pero no ha sido uno de mis días más
gloriosos precisamente.
En cualquier caso, el recorrido es realmente bueno. De los más bonitos
que hay por estos pagos. Sigo pensando que se va a convertir en un gran
clásico.
13,68 Km (8,50 millas)
212 m
1h 28 min (9,33 Km/h)