Siempre se ha dicho que somos animales indefensos, desnudos y sin
facultades físicas para luchar por nuestro alimento. Se nos ha explicado que
sólo gracias a nuestro cerebro hemos podido sobrevivir en la naturaleza y
evolucionar hasta lo más alto.
Pero quizás nuestro cerebro vino al final de todo, cuando la
supervivencia ya nos la habíamos ido currando, corriendo detrás de nuestras
presas sin prisa ni pausa. Y matándolas no por ser duros o rápidos, sino por
cansinos.
Incluso puede que la postura erecta haya ido evolucionando para
permitirnos ver a las presas de lejos mientras las perseguíamos durante horas y
horas. Y no sólo para escapar de los depredadores.
Hace poco más de un año, este artículo se sumaba a todo los que se ha
ido publicando últimamente sobre nuestra facultad innata para correr largo y tendido. Hoy nos puede servir de excusa para pensar sobre los que nos hecho ser lo que
somos.
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