Lleva un par de días sin helar, así que he decidido volver a correr un
poco por la noche. Y como me sentía un poco flojo, y no quería volver a las
tantas, nada mejor que subir y bajar por la zona de las praderas de la Berzosa.
Un nombre que engaña, para quién no conozca la zona. Quizás se piense
en una extensión llana o ligeramente ondulada cubierta de hierba. Pero no. Lo
cierto es que es un trozo de campo muy quebrado, con vegetación típica de esta
zona: jaras, enebros y matojos.
Las duras bajadas y subidas del recorrido explican en parte el ritmo
lentorro. Además, correr con la luz de la luna llena es precioso, pero invita a
la prudencia (sobre todo si vamos con los ojos llenos de lágrimas por el
fresquete).
Pero a estas alturas no vamos a engañarnos. Corriendo con la tripa
llena justo después de cenar, y con el cuerpo perro que tengo ahora, no hubiera
volado ni yendo cuesta abajo. Es lo que tiene la Navidad, que hace que nos
apeguemos más al suelo (por eso de la fuerza de la gravedad).
9,61 Km (5,97 millas)
243 m
1h 04 min (9,01 Km/h)
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