Lo malo de la física es que todo lo que baja, luego sube. Así que este recorrido, que desciende primero siguiendo el curso del arroyo de Carboneros, tiene como pequeña cruz la subida posterior hacia Hoyo. Un inconveniente tan ligero que se hace divertido cuando se está en buena forma. Pero cuando el paso es cansino, penamos hasta en los badenes.
El caso es que, sabiendo lo que esperaba a la vuelta, no había otra que tomárselo con calma. Con paso trotón di una vuelta primero por las praderas de la Berzosa antes de enfilar hacia abajo. El camino termina cerca de los Peñascales, y allí otro senderillo remonta el arroyo de Trofa hasta la urbanización de las Colinas.
Perdiéndome una vez más por trochas nuevas, para descubrir alguna opción todavía desconocida, pasé cerca de varias cárcavas artificiales producidas por la extracción de piedra que se hacía antaño en esta zona. No son realmente canteras, porque aquí se pillaba la piedra de cualquier peñascal al aire libre.
Aunque a veces se excavaba un poco para terminar de sacar adoquines de grandes peñotes enterrados. Dejando entonces en el terreno grandes zanjas, como arañazos de una fiera enorme.
1h 51 min
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