Aunque todavía arrastro los restos de un trancazo realmente terco y obstinado, al menos he podido volver a trotar esta semana un poco por el monte. Despidiéndome de las últimas lluvias y aterrizando en otra pequeña primavera que parece que se va a quedar un rato con nosotros.
Ha vuelto el buen tiempo, con calorcillo de terrazas y sol mañanero. Por lo menos ha llovido lo suficiente para que el campo esté rezumando todavía agua. No es que los arroyos se hayan convertido en torrenteras, pero por lo menos no están secos.
Tras el parón vírico, y con el cuerpo todavía medio aletargado, las carreras no han sido precisamente veloces. Pero aunque sea al trote de la burra, se agradece volver a respirar un poco de aire puro y a disfrutar del campo, chapoteando de charco en charco. Y es que, cuando hemos abusado demasiado del sofá, siempre es mejor una convalecencia activa que un entrenamiento pasivo.
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