Las oportunidades para correr al lado de casa ya no son tan abundantes como hace unos meses. Por eso he vuelto a disfrutar de este recorrido. Uno de esos clásicos que solía hacer cada dos por tres, pero que ahora tenía ahora medio olvidado. Ha sido como reencontrar a un viejo amigo.
Además, he podido volver a salir al alba. Aprovechando justo las primeras luces del día para empezar a trotar en soledad. Notando todavía el fresquillo de la noche agarrado al suelo (sobre todo en las vaguadas).
Lo que ya casi no queda es humedad. Entre el buen tiempo de estas semanas y los días en los que ha soplado viento, el agua está desapareciendo. Los arroyos están empezando a secarse. Y de las cascadas ya no queda más que un chorrillo que se desliza mansamente por la roca.
Respecto a la fauna, he visto ya las primeras golondrinas. Y me he cruzado de nuevo con un par de anátidas en la zona del mirador que tengo problemas para identificar. Las vi hace uno o dos años, y ya entonces pensé que parecían tarros canelos.
Como me pareció una locura, supuso que estaba equivocado. Pero el caso es que esta vez las he visto y oído mejor. Y efectivamente son tarros canelos. He leído que por lo visto hay algún grupo que está criando por la zona del embalse de Santillana.
De la flora, en las laderas de la sierra de Hoyo lo que más destaca ahora son las matas de romero reventando de flores. Por aquí la floración va más retrasada que en la parte baja de Torrelodones. Y es que a la primavera, como a los corredores, le cuesta trepar hacia la cumbre de las montañas.
2h 00 min
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