Lo malo de pasarse todo el día picando en la cocina cada dos por tres, es que luego no hay forma de correr en condiciones. Pero esta vez he conseguido realizar un doble esfuerzo para trotar un poco al amanecer.
Doble porque, para empezar, había que hacer caso omiso a los cantos de sirena con los que mi almohada se empeña en liarme cada vez que abro un ojo. Levantarse a las siete, cuando bien podríamos seguir durmiendo un par de horas, es algo que hay que explicarle al cuerpo. Todas y cada una de las veces.
Y encima, cuando por fin me he puesto a correr, el estómago me recordaba a cada paso los excesos del ayer. Como ese esclavo que iba en el carro de César para decirle al oído "Recuerda que sólo eres un hombre". Aunque en mi caso, más bien lo que hacía era gritarme "ves cómo eres un despojo".
Por eso me lo he tomado con calma. Eligiendo un recorrido facilito para salvar la dignidad. Y para no perder esa sensación con la que termino de correr queriendo repetir al día siguiente. Aunque sea en condiciones tan penosas.
1h 25 min
No hay comentarios :
Publicar un comentario