Hay días en los que se hace difícil correr por el campo. Y no porque estemos más bajos de forma de lo habitual (en mi caso, es difícil bajar más todavía). No. El problema es que, a veces, la luz y el paisaje nos obligan a pararnos cada dos por tres para admirar con la boca abierta el espectáculo.
Ayer fue uno de esos días. Con tantos giros de cabeza para no perderme nada mientras corría parecía la niña del exorcista en plan runner. La combinación de la luz anaranjada del atardecer con un fondo de nubes melodramáticas no podía dejar indiferente a nadie.
Al menos tuve una buena excusa para ir tranquilo. Aunque tampoco me valió de mucho porque terminé realmente cansado. Y medio fastidiado del muslo derecho. Por lo que he visto luego, me parece que tengo una leve bursitis troncatérea. Así que me tocará tomármelo con más calma todavía durante un par de semanas.
1h 41 min
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