Un viejo recorrido que tenía casi olvidado. Y, aunque en vez de correr todavía sigo arrastrándo los pies de forma lastimera, me ha servido para disfrutar del campo en todo su esplendor.
Porque las laderas que bajan hasta el canal de Guadarrama por la falla de Torrelodones nos anuncian lo que nos llegará en Hoyo dentro de unas semanas. Campos soleados orientados al sur en los que algunas jaras ya están perdiendo sus pétalos.
Pero que se han vestido de nuevas flores: viboreras (más grandes que nunca), madreselvas, silenes, margaritas, senecios, globos de salsifí, amapolas... Una explosión de colores que nos convierte a todos en discípulos imaginarios de Cezanne.
Y como el ritmo no ha sido precisamente rápido, he podido admirar cada recodo con calma. La próxima vez puedo llevarme un lienzo y pinturas para imitar al maestro, porque al paso que llevo ahora casi que me va a dar tiempo a pintar por el camino.
1h 24 min
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