Una semana en la que he corrido por caminos variados y en la que me he ido cruzando con todo tipo de fauna. Piaras de jabalíes hozando en la tierra húmeda, perdices cloqueando histéricas al verme, milanos de cola ahorquillada, buitres aprovechando las térmicas, dos parejas de tarros canelos en lo alto del canto del Pico, una serpiente esquiva que me acompañó unos metros por el mismo sendero, abubillas y abejarucos luciendo sus galas, conejos a mogollón...
El caso más curioso ha sido el de los tarros. Esta especie de anátidas venidas de otras tierras han empezado a aparecer en algunos puntos de España debido a ejemplares escapados de cautividad en la mayor parte de los casos. Hace años los empecé a ver cuando corría cerca de Moralzarzal, pero esta primavera ya me he cruzado con ellos varias veces en Torrelodones.
Unas aves que llaman la atención sobre todo por sus graznidos en vuelo, como si fueran las bocinas de coches antiguos. Otros que también llenan el ambiente con sus cantos son los cucos. Y las abubillas les siguen el ritmo de cerca con una nota más.
El caso es que es un verdadero placer trotar por estas campiñas inglesas, verdes y rozagantes, con tanta compañía animal. No seré yo el que se queje de que todavía no hace calor. Por mí, que siga así todo el verano (o casi).
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