Una de las consecuencias que nos suele dejar una buena primavera es que después se hace muy difícil correr campo a través. Porque, en cuanto pasan las lluvias, el sol se encargar de convertir en púas y pinchos toda la cubierta vegetal que tantas flores ha lucido.
Sales del sendero para trotar por lo que hace apenas unas semanas era un verde prado, cubierto de hierba fresca que te cosquilleaba los tobillos y sales renqueando. Con los calcetines y zapatillas rellenos de pajitas y semillas diseñadas por una naturaleza sadomasoquista. Y con las piernas punteadas y arañadas por todo tipo de plantas malignas.
Un mal momento para ponerse a explorar o buscar atajos. Así que lo mejor este verano será limitarse a trotar por caminos y senderos relativamente despejados. Recorridos cubiertos ya por esa capa de polvo que nos va a acompañar hasta que vuelva el otoño.
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