Estos días sin colegio he aprovechado para correr de nuevo cerca de casa al amanecer, recuperando incluso el frontal para aprovechar bien las mañanas. Disfrutando del espectáculo al ver cómo la noche se va desvaneciendo poco a poco, dejando paso a la luz maravillosa del alba.
Además, tener todo el campo para nosotros solos a esas horas es una sensación especial. Es como si fuéramos al primera persona sobre la Tierra. O la última. Inmersos en medio de una naturaleza que sólo ven nuestros ojos.
El alba es un momento en la que las cosas no son reales del todo. Una frontera en la que podemos vivir en dos mundos a la vez durante unos breves minutos. Quizás con menos belleza que el crepúsculo, pero con mucha más magia.
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