Cuando ya me estaba acostumbrando de nuevo a eso de salir a oscuras de casa con el frontal, disfrutando gratis del espectáculo de lucha libre entre la noche y el día, un virus tontorrón me está obligando a dejarme de troterías.
Una pena, porque el tiempo es realmente primaveral. Para subir corriendo en camiseta y pantalón corto hasta lo más alto de cualquier montaña, sin temor a neveros ocultos y placas de nieve traicioneras.
Y es que, a pesar de lo mucho que llovió hace unas semanas, el campo está empezando a quedarse otra vez escaso agua. Los arroyos vuelven a bajar lánguidos, los charcos de los caminos se están secando y el barro está desapareciendo. Esperemos que el próximo año venga cargado de lluvia. Y que yo pueda disfrutarla trotando de nuevo.
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