Una salida corta para aprovechar un momento de calma entre dos tormentas. Con el cuerpo cansado, muy cansado, la velocidad no ha estado presente en ningún momento del recorrido.
Y es curioso. No la falta de velocidad, que en mi caso forma parte de mi forma de correr, sino el cansancio. Porque hay veces que, sin razón aparente, según nos ponemos a trotar sentimos plomo en las venas y los pulmones vacíos.
Puede ser por una mala digestión, por un virus, o porque a nuestros biorritmos les sale de las narices, pero en esos días de flojera terminamos corriendo más por la fuerza de la voluntad que por la de las piernas. Hoy ha sido un día de esos.
1h 21 min
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