Una de las últimas salidas del año en las que he podido correr todavía en manga corta. El sol calentaba lo justo para permitir trotar en camiseta, pero las manos han sufrido en las zonas más expuestas al viento fresquete del noroeste.
Con la llegada del mal tiempo, los paseantes habituales ya prefieren quedarse en casa al calor de la lumbre. Así que el campo nos queda para los incondicionales: ciclistas envueltos hasta los ojos en trajes de invierno y corredores más ligeros de ropa. Y es que en bici hay que abrigarse más porque se deja de pedalear de vez en cuando cuesta abajo, pero corriendo nunca dejas de gastar energía.
Una energía que tengo cada vez más justita, lo que hace que cada día vaya creando el recorrido sobre la marcha (en todos los sentidos). Ya no me pongo metas al salir de casa, sino que me voy planteando el camino a seguir en cada encrucijada, dependiendo de cómo tenga las piernas.
Esta vez he podido volver a trotar por el Cerrulén, uno de los mejores sitios para apreciar la belleza del paisaje por el camino que recorre la loma. Aunque, como el sol ya estaba escondido en esos momentos, no he podido disfrutar tanto de la vistas.
2h 00 min
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