Ahora que ejerzo de corredor solitario, he recuperado más a menudo los recorridos que serpentean por los montes que suben hasta la Solana. Combinando diferentes tramos y cambiando el sentido de las salidas para hacerlas más variadas y entretenidas.
Porque esto del cambio continúo no sólo es por mi aversión a dejar que mis salidas se mueran en la rutina. Al variar los senderos, al alternar las zonas por las que paso, puedo apreciar mejor el paisaje en su totalidad. Ver cómo van cambiando a lo largo del año los arroyos, las plantas y los animales.
Además, al recorrer caminos en sentido contrario al habitual descubro una nueva forma de ver las cosas. De hecho, me gusta volver la cabeza de vez en cuando mientras corro para comprobar cómo se ven las cosas desde diferentes direcciones. Lo que también viene bien hacer en la vida en general.
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