Con el tiempo que está haciendo tenía que volver a la sierra a trotar montañas. Y aunque ha sido un nuevo fiasco en lo de correr, no me puedo quejar porque al menos he disfrutado del Guadarrama en uno de sus mejores días de otroño.
Mientras viajaba hacia Cercedilla llevaba la nariz pegada al cristal del tren, para no perderme ningún detalle del campo amaneciendo. Ligeros velos de niebla cubrían las vaguadas y dehesas, mientras el primer sol iluminaba las hojas naranjas de los robledales.
Así que, pudiendo disfrutar de tanta belleza he comenzado a subir hasta lo alto de la Peñota. Trotando primero, y luego arrastrándome cuesta arriba cuando he llegado al pinar, por un sendero largo que no hace concesiones y tira directo hacía arriba.
La Peñota es uno de esos pocos montes del Guadarrama que cuentan con un pequeño abismo, al menos por una de sus caras (como la Maliciosa, Siete Picos o Peñalara). Después de disfrutar de las vistas, he bajado a trompicones el sendero que continúa hacia la peña del Águila. Otra subida en la que el desnivel no permite tampoco demasiadas alegrías.
El problema es que entre las dos subidas he gastado todas mis energías. Así que, a partir de ese momento he decidido dejar de fingir un trote que no terminaba de despegar y ha aprovechado para disfrutar del paisaje aunque fuera de paseo. Ha merecido la pena.
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