Pocos recuerdan quién fue la ganadora de la primera maratón olímpica de la historia, en Los Ángeles 1984. Pero casi nadie ha olvidado la entrada dramática de la suiza Gabriela Andersen, tambaleándose y con el cuerpo desencajado hasta caer desfallecida tras cruzar la línea de meta.
Y algo parecido sucedió en los Juegos Olímpicos de Londres, en 1908. En aquel momento, uno de los mejores corredores era el pequeño atleta italiano Dorando Pietri, que había estado preparándose para la maratón a conciencia. Cuando llegó el día de la carrera, Pietri salió con calma y fue adelantando corredores agotados a lo largo del recorrido.
A partir del kilómetro 39 estaba ya en primera posición. Tan sólo le quedaba completar el último tramo y terminar la carrera en el estadio olímpico. Pero sus fuerzas se habían acabado. Ya dentro del estadio, primero se equivocó de dirección y luego se cayó en varias ocasiones, ante la mirada de miles de espectadores. Al ver su rostro desencajado y sus piernas que no le respondían, los jueces de pista le ayudaron a levantarse.
Y fue esa ayuda que recibió, y que le permitió entrar en primera posición, la que sirvió como base a la reclamación del equipo norteamericano. Al final, Dorando Pietri fue descalificado, pero para entonces se había ganado el corazón de todos. Incluido el de la reina de Inglaterra, que le entregaría un trofeo especial.
En Italia, la leyenda de Dorando Pietri sigue muy presente. Por eso Enrico Solito la utiliza como excusa para escribir una nueva aventura del detective Sherlock Holmes. En la que resuelve el porqué de la extrema fatiga del héroe latino.
Por cierto, la ganadora de Los Ángeles en 1984 la fue norteamericana Joan Benoit. Y en 1908 el oro fue a parar a manos del también estadounidense John Joseph Hayes.
Aunque vive ya retirado desde hace años, Sherlock Holmes vuelve a Londres en compañía del doctor Watson para ayudar a los organizadores de los Juegos Olímpicos. Así, el detective más famoso del mundo se encuentra a pie de pista cuando se celebra la prueba de la maratón. De esta forma. Holmes es testigo presencial del dramático final de una prueba que terminará con la descalificación del ganador. La razón principal es por haber recibido ayuda de los jueces (entre ellos el propio Conan Doyle), pero no todo es tan sencillo como parece.
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