Otra salida al trote para ver si recupero poco a poco la forma. La de las piernas y la del cuerpo. Porque lo malo de estar unas semanas tumbado sin hacer nada es que, además de terminar con los músculos de gelatina, la holganza forzada me ha dejado unos cuantos kilos de más.
La pereza me ha hecho salir un poco más tarde que el otro día, y lo he pagado caro. A las ocho de la mañana había ya 22 grados de temperatura. Y el sol pegaba fuerte. Pero lo peor de todo es la falta de humedad. A los pocos minutos ya sientes como te vas deshidratando, mientras la lengua se queda seca como el cartón.
Así que el resultado ha sido penoso: calor, flojera y agujetas. Espero que en unas semanas vuelve a poder triscar alegremente por el campo. Incluso subir algún monte. Aunque antes tendré que pasar por el infierno de los corredores, ese círculo que Dante desconocía pero en el que tenemos que purgar nuestras culpas los que llevamos demasiado tiempo tumbados en el sofá.
13,00 km (8,08 millas)
315 m
1h 33 min (8,39 Km/h)
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