Llevo meses corriendo casi a diario más cerca de pueblos, casas y carreteras de lo que me gustaría. No es fácil perder la cabeza en las maravillas de la naturaleza cuando sobre nuestras cabezas se extienden tendidos eléctricos. O escuchando a lo lejos el zumbido de una autopista. Y, sin embargo.
Sin embargo lo que cuenta es lo que nos perdemos cada día dándole la espalda al campo más familiar. Ese que despreciamos con nuestra indiferencia. Humildes Zonas silvestres repletas de belleza. Arbustos comunes, flores sencillas, hierba, árboles, arena, piedras y pequeños regatos estacionales.
Un mundo repleto de vida que despreciamos precisamente porque lo encontramos siempre ahí. Mirándolo con los ojos de ciego. Y llenando nuestra vida sólo con la belleza de lo excepcional. Por eso, cuando corro por estos campos pienso en lo que nos perdemos dándoles la espalda.
No hay comentarios :
Publicar un comentario