Hacía mucho que no bajaba hasta los Peñascales para subir luego por el camino de Pendolero. Quizás porque es una zona demasiado humanizada para mi gusto. El campo tan sólo tiene pequeños rincones asilvestrados, y el resto es un paisaje a mitad de camino entre un parque mal cuidado y terrenos de labor.
Pero al menos esos pequeños rincones merecen la pena. Encinas, jaras, cadas, aulagas y cantuesos crecen en los vallejos que van a dar al arroyo de Trofa. Con tramos del sendero en los que apenas se ve gente.
Y eso que, con el respiro soleado que hemos tenido, todos hemos aprovechado para disfrutar un poco del monte. Muchos ciclistas y paseantes, aunque ningún corredor. El caso es que últimamente veo menos gente trotando por el campo de la que veía hace un año. Puede que por las horas en las que me muevo habitualmente o porque con el frío la gente se refugia en el asfalto.
1h 56 min
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