Primera salida de verdad después del confinamiento. Ni muy corta, ni demasiado larga, que las piernas no están para tirar cohetes. Así que una opción perfecta era culebrear por el valle del Peregrinos y subir hasta el cerro de la Lechuza.
Saliendo tempranito, pero sabiendo que el campo iba a estar tan lleno de gente como estos días. Disfrutando por fin de un poco de libertad y aprovechando un tiempo primaveral. Como el recorrido se alejaba de las casas, me he cruzado con más ciclistas que paseantes, aunque de todo ha habido.
Después de un febrero loco, en el que comenzó la primera floración, los árboles comenzaron a echar sus hojas. Pero marzo y abril trajeron tormentas y un poco más de fresquete, así que el despliegue verde se detuvo un poco. Pero ahora que ha vuelto el calorcillo de mayo, el campo ha reventado.
Margaritas, vivoreras, jaras, gamones, silenes, digitales... hasta peonías enormes como puños. Y todo vestido de mil tonos de verde. Un placer para relajar la vista mientras trotaba.
Al final, el cuerpo ha notado una salida más larga de lo habitual. Pero como siempre, la cabeza manda. Y tal y como estan las cosas, lo que dice es que más vale disfrutar ahora de lo que tenemos, que no sabemos lo que nos llegará mañana. Mucho más carpe diem que nunca.
2h 6 min
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