Ha pasado mucho tiempo, pero cuando nos hemos despertado, el campo todavía seguía ahí. Han sido casi dos meses sin poder correr, ni salir a ver cómo la primavera lo inundaba todo. Ha costado, pero ha merecido la pena.
Por el camino ha desaparecido la poca fuerza y resistencia que tenían mis piernas, así que ahora toca volver a empezar de cero. O peor, porque el cuerpo no puede lo que la cabeza da por sentado. Hace falta estar atento todo el rato para no dar una zancada demasiado larga, de esas que nos dejan roto algún engranaje.
Y es fácil despistarse con el paisaje que nos acoge. Verdes eléctricos, azul brillante en el cielo y flores de todos los colores. Con los pájaros poniendo la banda sonora: pupupeos de abubillas, silbos de abejarucos, risotadas de los pitos reales, pitos de golondrinas... Un gran concierto.
Así que espero recuperar pronto mis fuerzas, para poder sumergirme en la naturaleza y disfrutar de esta primavera perfecta. Corriendo además en compañía de una compañera infatigable por la que no pasan los años.
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