Hoy ha sido uno de esos días en los que salgo de casa para dar una vuelta cortita, y al final me lío yéndome por los cerros de Úbeda. O del Pendolero, en este caso. Y lo bueno es que siempre que me pasa esto es porque noto mejores sensaciones corriendo que las que espero de antemano.
Así que he aprovechado una mañana con cielos barruntando tormenta para bajar con Senda hasta la zona de los Peñascales y subir dando la vuelta al palacio del Pendolero. Un recorrido ni muy largo ni muy complicado, pero en el que me he encontrado mejor que nunca. De hecho he podido aguantar el ritmo de un grupo de ciclista durante toda la vuelta.
Pero no hay problema en que se me suba mi buen estado de forma a la cabeza. Para eso siempre llevo una compañera que, como el esclavo que le recordaba a César que tan sólo era un hombre, a mí me deja bien claro quién es el que manda en esto de trotar rápido y sin parar.
Una salida memorable, en la que casi ni me he parado a hacer fotos (lo que siempre me permite recuperar el resuello con la excusa del "arte"). Y cada vez con más ganas de volver a trotar montañas de verdad!
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