La primavera astronómica se ha despedido dejando el tiempo revuelto. Lo que se agradece, ya que si hubiera continuado haciendo el calor de las últimas semanas estaría el campo ya achicharrado. Hemos podido disfrutar de unas jornadas fresquitas, con lluvias y cielos encapotados. Y hemos tenido que rescatar alguna que otra manta para dormir a gusto.
Las lluvias no han conseguido reverdecer los montes, ya que la mayor parte de las hierbas habían sucumbido al calor, pero por lo menos unas cuantas han florecidos en estos días, como el poleo, la botonera o la hierba de San Juan (haciendo honor a su nombre).
Mis ganas de salir a trotar han ido parejas con el tiempo. A veces me apetecía empezar la jornada corriendo un poco, aunque lloviera; y a veces no. Como siempre, he seguido mi norma de no convertir nunca en obligación lo que hago por placer. Porque esa es la mejor forma de que deje serlo.
Con un poco de suerte esta semana podré volver a trotar montañas de verdad. Así que estaré ocupado mirando los mapas para elegir recorrido y mirando el cielo (y la previsión del tiempo) para ver cuándo es mejor hacer una escapada a la sierra.
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