Llevo un par de semanas en las que he podido retomar mis salidas mañaneras casi todos los días. Con cielos nublados o con el sol ya rampante en el cielo, mi rutina es levantarme a las siete pasadas, ponerme la ropa y las zapatillas, barrer los pelos que mi compañera canina deja en suelo durante la noche, y salir a trotar durante una hora tranquilamente antes de empezar mi jornada.
Manteniendo además un ritmo bastante bueno la mayor parte de las veces. Lo que no quiere decir que corra más rápido, tan sólo que me siento bien trotando. Algo que se agradece, porque aunque siempre disfruto de mis recorridos por el monte, a veces el cuerpo pide clemencia desde los primeros pasos-
Estamos ahora en tierra de nadie. O mejor dicho, en tiempo de nadie. La primavera ya ha acabado, pero las últimas tormentas han dejado un ambiente más fresco de lo habitual para que nos sintamos de verdad en verano. Habrá que aprovechar bien antes de que lleguen los días perros de la canícula.
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