Siempre me han fascinado los escarabajos. Cuando era pequeños me alucinaban los cuernos de los enormes ciervos volantes, o de los escarabajos rinoceronte. Y me gustaba leer cosas sobre la vida de los coleópteros más habituales por nuestras tierras. Lo malo es que luego, cuando paseaba por el monte, me fijaba más en las aves y en las plantas que en estos pequeños tanques vivientes. Así que nunca me he puesto a estudiarlos en serio.
Pero de vez de cuando me siento como cuando era un niño y sostenía uno de estos bichos en la mano. Como en este caso con un escarabajo dorado (Cetonia aurata). De vez en cuando se cuelan en casa. Y hoy, al sacarlo fuera, le he hecho un par de fotos antes de que echara a volar. Por lo visto, esta especie no es muy querida entre los jardineros, por su voracidad. Pero son realmente bonitos con sus brillantes caparazones de color verde amarillento. No me extraña que uno de sus parientes fuera un símbolo de la buena suerte en el antiguo Egipto.
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