La primavera avanza día a día, y las lluvias de estas últimas semanas le han dado un respiro al campo justo en el momento en el que más lo necesita. Este año no ha habido una explosión de flores, porque las plantas han ido alternándose a la hora de mostrar sus galas, pero con estos paisajes da gusto empezar el día corriendo por el campo.
Las tormentas han dejado el suelo esponjoso, con charcas surgidas en cualquier hueco y arroyuelos espontáneos corriendo por los senderos. Es el mejor momento para ver muchas más de 50 sombras de verde. Desde el más oscuro de jaras y enebros hasta el tono amarillento de la hierba recién nacida.
Y lo animalillos también están respondiendo a la primavera como mandan los cánones (y los genes). Cuando voy trotando por el monte, a veces parece que detrás de cada mata hay un conejillo escondido. Además, el concierto de pajarillos defendiendo sus territorios nos despierta antes del alba. Y luego se unen al coro las perdices, palomas y abubillas. Tan sólo me falta por escuchar los pitidos de abejarucos y el puntuar de los cucos. Con ellos ya casi habrá llegado el verano.
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