Hay un mantra que muchos defendemos para correr de forma natural y evitar lesiones de las gordas: “escucha a tu cuerpo”. Una frase muy chula, con un toque en plan maestro Yoda o Pequeño Saltamontes. Lo malo es que no siempre es fácil saber qué narices nos está diciendo nuestro cuerpo.
Hay veces en las que la cosa es sencilla. Por ejemplo, cuando un músculo o articulación te empieza a doler lo mejor es parar. O cuando empiezas a tener la boca reseca ha llegado el momento de beber. Pero en otros casos el cuerpo nos manda mensajes que no sabemos cómo interpretar.
Hace un par de semanas confundí los primeros síntomas del covid con las consecuencias de haber salido a trotar después de llevar un tiempo parado, además de terminar la salida con un costalazo. Y ahora, después de haber superado la infección tampoco tengo claro lo que me está pasando.
Llevo toda la semana muy flojo. Cuando corro por las mañanas me cuesta pillar el ritmo, y tengo que reducir la velocidad al mínimo para bajar las pulsaciones y no ir por el monte resoplando. Además, el resto del día me noto muy cansado.
El cuerpo me dice claramente que no está para farolillos, eso lo tengo claro. Ahora bien, mi cansancio es porque he estado unas semanas sin correr y he perdido la forma? Es porque todavía arrastro los últimos flecos del virus? O es porque tengo alguno de esos problemas post enfermedad que padecen algunas personas?
El cuerpo nos habla, y debemos escucharle. En este caso me dice que me lo tome con calma. Que no está la cosa precisamente para hacer salidas de alta montaña. Pero por mucho que le escuche, no me va a dar la respuesta a todo. Así que, en la duda, tocará ser prudentes.
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