Hasta hace 50 años aproximadamente en la mayor parte del campo español había pocos árboles y menos arbustos. Mucha gente todavía vivía de la tierra; y la agricultura y el ganado por un lado, y el uso de la madera para construcción y leña por otro dejaban el monte limpio. Luego la gente emigró, los trabajos fueron cambiando y mucho más tarde, cuando algunos pueblos se fueron repoblando, las personas que llegaron ya no dependían del campo.
Así que poco a poco fueron creciendo la maleza, los arbustos y los árboles en sitios que antaño habían sido prados o cultivos. Llevamos apenas 50 años de regeneración de la naturaleza, y en Hoyo lo podemos observar en cada paseo que hagamos.
En las zonas más degradadas empezaron a aparecer cantuesos y tomillos que fueron poco a poco dando lugar a jarales. Los pocos enebros que había se fueron extendiendo, protegiendo con sus ramas espinosas a las encinas pequeñas. Hay ahora algunos sitios en los que las encinas ya han crecido lo suficiente para quitarles la luz a esos enebros que las protegieron, y que terminan secándose a su sombra.
La naturaleza silvestre que vemos hoy es muy joven. Y nuestra imagen idealizada del campo silvestre de antaño no es más que eso, una idea que no refleja la realidad que vivieron nuestros abuelos. Hoy crecen en España más árboles que hace un siglo, y muchos animales han vuelto a tierras de las que habían desaparecido. Afortunadamente, esa España que se ha vaciado de gente ha recuperado a muchos otros de sus habitantes.
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