Este año en el que las estaciones están cumpliendo con su deber, la primavera nos está regalando cielos espectaculares. Sobre todo al alba y en la hora dorada de la puesta de sol, con los rayos iluminando el campo contra fondos oscuros y amenazadores.
Otros días el sol cruza cielos despejados, de un azul aun más intenso que el del invierno. Además, de vez en cuando cae una pequeña tormenta. No mucha lluvia, la suficiente sólo para mantener el campo rozagante, con todos los tonos de verde que existen en el universo, salpicados de miles flores.
Así que, con este espectáculo de luz y color, cada vez que salgo a correr voy con la boca abierta. Bueno, lo cierto es que siempre voy con la boca abierta para poder respirar. Pero en este caso la abriría igual, aunque no me hiciera falta para no morirme por falta de oxígeno.
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