lunes, 6 de enero de 2025

Cerrulén


A veces disfruto corriendo ligero de pies, pero hoy tocaba excavar una zanja de tanto arrastrarlos. Desde las primeras zancadas ya veía que la cosa se me iba a hacer larga. Una situación habitual para todos los corredores, que nos lleva a plantearnos con qué actitud queremos afrontarla.

Sufrir es fácil en estos casos. El cuerpo no deja de recordarnos que todo falla: las piernas son de plomo, nos duelen las articulaciones y los pulmones no terminan de entender su función. Es lo que tiene el lado oscuro de la fuerza, que aprovecha la falta de fuerzas para hacernos ver todo cada vez más negro.

Sin embargo, lo esencial no siempre es invisible a los ojos. Para afrontar estos días de flojera con buen humor, a veces tan sólo hay que levantar la mirada y disfrutar del paisaje. Puede que estemos trotando con ritmo cansino, pero hacerlo por el campo siempre ayuda a encontrar razones para seguir.

Estaremos cansados, pero en esos momentos somos unos privilegiados. Por poder correr (aunque sea muy lento), por poder disfrutar de nuestro tiempo (mientras otros trabajan o hacen compras navideñas), por tostarnos un poco al calor de este sol de invierno (aunque la escarcha siga blanqueando las umbrías), y, sobre todo, por estar haciendo lo que nos gusta.

Y, si tardamos más de lo previsto en terminar el recorrido al trote cochinero, quizás sea lo mejor. Porque así podremos disfrutar todavía más de lo que tenemos.

2h 22 min




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