Una nueva semana en la que he podido correr a la luz de la luna llena. Pero, en este caso, la escarcha y el hielo han hecho brillar todavía más la luz plateada que iluminaba el campo antes del amanecer.
Mucho frío, y pocas ganas de correr. Flojera que viene más de algún virus que ronda por mi cuerpo que por el propio frío. Porque al no soplar nada de viento, la cosa podía aguantarse sin problema. De hecho, en todo lo que llevamos de invierno no me he llegado a poner todavía ninguna vez las mallas largas. Ni la chaqueta gorda.
Eso si, con la bajada de las temperaturas los animales se mantienen escondidos hasta que el sol sube lo suficiente para aportar algo de calorcillo. Así que mis salidas diarias son ahora más solitarias que nunca.
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