Una de las cosas que suele pasar desapercibida cuando estamos en medio del campo son los sonidos de fondo. Nos maravillamos con los cambios de color y con los juegos de luz. Disfrutamos del olor de las flores o de la tierra mojada. Incluso sufrimos los arañazos de arbustos o rocas. Pero la banda sonora que acompaña todo no la apreciamos en lo que vale.
Y el caso es que el oído tiene a veces mucho más valor para evocarnos las cosas que el resto de los sentidos. Yo, por ejemplo, siempre que escucho el canto del cuco me acuerdo de los veranos de mi niñez. Cada estación tiene sus propios sonidos, producidos por los animales, el viento, las hojas secas, las gotas de lluvia... Hasta el silencio de algodón de un bosque nevado en pleno invierno nos llena de recuerdos.
Quizás el momento más ruidoso del año para el campo sea la primavera. Una competición mayor de cantos pajariles, chillidos de grillo y zumbidos de insectos. Con el viento y la lluvia poniendo su nota melodramática. Así que correr durante estos días es un verdadero placer para nuestros oídos. Aunque a veces terminemos calados por las tormentas de paso.
1h 37 min
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