Es cierto que cuesta abandonar la cama cuando todavía es de noche, pero siempre que salgo a correr al alba y puedo ver el amanecer trotando por el campo siento que ha merecido la pena.
De todas las maravillas que nos ofrece el universo, quizás una de las más bellas sea el momento en el que la luz de la estrella más cercana apaga todas las demás. Un momento breve cargado de magia, sólo comparable con su doppelganger crepuscular.
Pero quizás el problema que nos hace remolonear entre las mantas, en vez de tenernos cada mañana admirando cómo nace el día es precisamente ese, que es algo que sucede a diario. Y como idiotas que somos, solemos apreciar más las cosas por su rareza, en vez de regodearnos con las maravillas cotidianas.
Así que un buen propósito para el año nuevo podría ser el de vencer ese breve momento de pereza mañanera. Salir de casa al alba, si es al trote mejor. Y pararnos un momento para apreciar el amanecer en toda su gloria. La mejor forma de empezar bien el día.
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